Inicio > Joan Costa

La persona

Había estallado la guerra civil española y yo tenía 10 años. No había facilidades ni oportunidades, ni siquiera seguridad bajo la amenaza de las bombas, la escasez de alimentos y el terror. No quedaba otra opción. Tenía que ser autodidacta por necesidad y emprendedor por fuerza. Uno toma así muy pronto las riendas de su vida, sin darse cuenta.

Después, con el tiempo le encuentras gusto, y aprender por uno mismo y buscarse la vida ya es el reto permanente. Ser autodidacta es un lujo. Nunca había pisado una empresa, nunca estuve a sueldo, pero soy consultor corporativo en varios países. Nunca pisé una universidad, y soy profesor universitario, creo contenidos y cursos de comunicación, y soy tres veces doctor honoris causa. Mi tío materno, que era barbero, me enseñó a leer, y he publicado más de 40 libros y centenares de artículos. Casi sin darme cuenta. Con entusiasmo y coraje, todo fluye...

Mis nietos me preguntan si nunca hago vacaciones y yo les digo que las hago todos los días. El trabajo que he elegido me divierte y me estimula. Federico Fellini se sentía así en sus mejores tiempos: “estoy voluptuosamente abierto a todo”, decía. Conozco bien esta experiencia. El pasado es lo que uno ya hizo. Ayer. Lo bueno de la vida sucede por azar. Lo mejor de todo es lo que todavía queda por hacer. Hoy.


Los años 70 fueron determinantes. Entonces ya vivía del diseño. Nunca había aprendido, pero tenía una facilidad espontánea por el dibujo, y me apliqué a practicarlo como diseñador. En los inicios se nos llamaba “dibujante comercial”; después, por influencia franco-suiza se nos llamó “grafistas”; luego, “diseñadores gráficos”. Pero yo sentía que, diseñando, estaba haciendo otra cosa. Seguramente, transmitir ideas, comunicar. Y por ahí me puse a investigar y escribir, y en 1971, acabé publicando un libro, La Imagen y el impacto psicovisual. Algo que nunca hubiera imaginado (mi tío habría sido feliz, pero no pudo verlo; el libro se lo dediqué a él). Me interesaba hurgar en las relaciones de las personas con las representaciones, los símbolos, las imágenes, los signos, las formas y los colores. No tanto éstos como mensajes, sino como fenómenos de comunicación, hechos sociales.

Ese libro me despertó el gusto por escribir. Lo cual me ayudó mucho a pensar y a plasmar las ideas por la necesidad de explicitarlas. Ello amplió mi trabajo de comunicación gráfica a la comunicación escrita. Así fui adquiriendo práctica en la redacción y soltura en el diálogo con empresarios y altos directivos: mis clientes. Hasta que me sentí seguro para actuar como consultor. Así entré en un mundo nuevo. Pasé de ser ejecutor de diseños a ser consultor profesional, aconsejar en la toma de decisiones sobre cuestiones globales de imagen y comunicación. En 1975 fundé la empresa consultora Centro de Investigación y Aplicaciones de la Comunicación CIAC. Pero vayamos paso a paso.

Un día de 1972, por casualidad leo un pequeño anuncio recuadrado en una revista francesa, y tomo el primer avión a Niza. Allí se celebraba un congreso de comunicación, y allí fui, sin saber exactamente de qué se trataría. La sorpresa fue que me metí en un congreso académico, todo eran principios teóricos, modelos, fórmulas matemáticas de Wiener, Weaver y Shannon, y largas exposiciones en un léxico nuevo para mí. El congreso duró dos días y descubrí bastantes cosas. Conclusiones interesantes que cambiarían mi vida. Finalmente, el balance fue muy generoso. Sucedieron sobre todo, dos cosas importantes.

La primera. Comprendí entre líneas que mucho de lo que en aquel congreso se decía y se mostraba, algún día tendría que ser aplicado a las empresas. Sería útil para la resolución de problemas; pero eso requería un trabajo arduo de digestión de tanta información mezclada, y que habría que reinterpretar para adaptarla del campo teórico al día a día de las organizaciones. Y me puse manos a la obra, sin saber que ese trabajo de adaptación que yo estaba iniciando, un día se llamaría Comunicología.

La segunda. Conocí a uno de los padres de la moderna ciencia de la comunicación, Abraham Moles, que además había sido profesor en la Escuela de Ulm, continuadora de la Bauhaus. Compartíamos, pues, afinidades como la pasión por las imágenes, el diseño y la comunicación. Aquel día en Niza intercambiamos mi libro de 1971 por dos suyos recién publicados: L’affiche dans la société urbaine y Psychologie du Kitsch. Así empezó una gran, duradera y muy fructífera y gozosa amistad. Y un cambio substancial en mi trabajo y en mi futuro. En efecto, hubo un antes y un después de Niza.

Desde entonces, y ya decididamente trabajando como consultor, viajé habitualmente a París y Estrasburgo, donde Moles residía con un pie a cada polo. Me introduje en el ámbito del diseño, la comunicación y el arte. Hice amistad con Gérard Blanchard que era el alma de las Rencontres de Lurs a las que le acompañé en varias de sus ediciones anuales; conocí a los grandes de la tipografía, René Ponot, Raymond Gid, Claude Mediavilla. Y del diseño: Albert Hollenstein, Jean Larcher, tipógrafo y artista op, a mi compatriota Joan Rabascall y su poesía visual, y a muchos más. Pero la amistad con Moles fue realmente excepcional y continua. Juntos llevamos a cabo varios proyectos, escribimos seis libros y organizamos la Enciclopedia del Diseño, que el Centro de Enseñanza CEAC me había confiado. Todos los veranos Moles venía a mi casa mediterránea donde trabajábamos, escribíamos, viajábamos, nos divertíamos y hacíamos gastronomía creativa. La amistad con Moles duró hasta su muerte, en mayo de 1992. En 1974, con ocasión de celebrarse el Primer Encuentro Mundial de Comunicación, en Acapulco, presenté al maestro Moles al público latinoamericano. Ese evento al que participé, me dio la ocasión de compartir con celebridades como José Luis Aranguren, Marshall McLuhan y Umberto Eco, entre otros grandes de la época, en aquel mundo efervescente de la comunicación.

Volvamos al tema que había dejado pendiente: he aquí cómo inventé, sin saberlo, la Comunicología. Me encontraba ante un problema profesional importante y tenía que resolverlo. La cosa sucedió así. Me encontraba en México (1973) asesorando al Banco Nacional de México, que en aquel entonces se dispuso a abordar un cambio radical de modelo de negocio, de concepto de productos, de procedimientos, de estructuras y de mentalidad. La causa de esta revolución fue el financial marketing, que había llegado a México (a España llegó después) y esa innovación representó para el Banco la ocasión de una transformación radical que lo situaría a gran distancia de sus colegas en la carrera de la competitividad. Me di cuenta de que ese era un momento histórico crucial, todo un cambio de paradigma. En realidad, era el preludio del auge de los servicios y la agonía de la economía industrial. Me preparé profesionalmente para ese cambio. Y acerté.

¿Cómo fui a parar a México, en calidad de consultor del primer Banco del país para ese gran cambio corporativo? Ni ellos me conocían a mí ni yo a ellos. Pero la persona que lideraba el cambio en ese Banco, había leído mi libro de 1971, y sacó la conclusión de que ese autor desconocido tenía una visión anticipadora y unas ideas claras -así me lo comentó después- que el Banco tendría que aprovechar. Y con esa convicción el mexicano vino a España a localizarme. Me visitó en mi estudio de Barcelona; me contó las grandes líneas del proyecto, y me propuso que me incorporara al equipo que él lideraba para ese cambio trascendente. Unas semanas después viajé a México y me reuní con la alta dirección del Banco. Su presidente, D. Rubén Aguilar, me obsequió con un gran recibimiento inesperado que me impresionó, tanto por su convicción en el proyecto, como por la confianza que demostró en mi colaboración.

Ese proyecto, al que me zambullí literalmente, me hizo intuir que el futuro auge de los servicios comportaría un cambio brutal respecto de su época anterior.
Vi que “el servicio” dejaría de ser “el comercio” tradicional, que junto con “la industria” eran los pilares de la economía desde hacía dos siglos. Y que este cambio pasaría a constituir una nueva “economía de servicios”. Lo cual a su vez engendraría una nueva actitud generadora de valor: la cultura de servicio. Ahí estaría la clave.

El problema de cambio que planteaba el proyecto bancario se puede definir así: Cómo transformar, diferenciar y posicionar una cultura tradicional de carácter administrativo, en una cultura innovadora de servicio y de relaciones orientado al cliente. Cómo convertir un Banco privado, que muchos confundían con un Banco del Estado (por el nombre), en una marca corporativa. Cómo vender credibilidad y confianza y, al mismo tiempo, un modo diferente de ser Banco.

Pero el verdadero desafío no era tanto vender todo eso, sino cómo tratar lo que eso era realmente: ¡intangibles!, valores institucionales, cercanía, empatía con los clientes y la sociedad. Además, esos nuevos retos implicaban un escenario insólito, sin precedentes. De modo que todo tendría que hacerse distinto de como hasta ahora.

En esta visión, los productos financieros tradicionales ya no tendrían sentido. Desde ahora serían concebidos en función de las necesidades y expectativas de los distintos públicos, de sus rasgos demográficos, psicológicos, económicos, etc. Habría que empezar el Banco prácticamente de cero: por seleccionar nuevo personal, y no serían importantes los conocimientos de contabilidad, sino las condiciones individuales de sociabilidad, amabilidad, capacidad de empatía y ganas de satisfacer al cliente. Todo un cambio cultural. Sería preciso también rediseñar el funcionamiento corporativo y el de las sucursales y, por tanto, repensar los espacios de atención y de gestión. Crear una imagen externa y una imagen ambiental interna para ser replicada en toda la red de sucursales de la República. Y, sobre todo, despertar confianza, generar credibilidad, interés por el cliente, innovar, construir una buena imagen pública y lanzar la nueva marca corporativa. Primera decisión: Banco Nacional de México (nombre descriptivo) se llamaría Banamex (concepto de marca).

En esta línea de ideas, era obvio que la comunicación interna no existía y habría que crearla. Y que la hipótesis de seguir como siempre en lo que respecta a la comunicación externa, había que descartarla. ¿Cómo ser diferentes de los demás bancos si utilizamos el mismo sistema de publicidad mediática convencional? Era preciso generar confianza, credibilidad, buena imagen. Pero, ¿cómo crear y transmitir esos valores en un “nuevo” banco sin cambiar las herramientas de siempre? Unos instrumentos, por cierto, que habían nacido un siglo antes con la industria para vender productos de consumo: ¿sabrían esos mismos instrumentos vender intangibles, valores, emociones positivas y disposiciones de ánimo como la credibilidad y la confianza? Los servicios como bienes, y el Servicio como actitud, constituyen otro mundo diferente. Y éste no comienza con los anuncios, sino con las personas ante los clientes cara a cara y en el entorno de las sedes del Banco. Estaba obsesionado con ese cambio radical y multipolar, y cómo hacerle frente… Hasta que la escena mental se iluminó.

Si, como dice la semiótica, “todo significa”, entonces ¡todo comunica! Desde las fachadas al interiorismo de las sucursales, el mobiliario, la decoración, la iluminación, los materiales; las personas, su aspecto físico, su presentación y su conducta; los documentos administrativos, promocionales, informativos, publicitarios… Todo debería comunicar la imagen y la personalidad del “nuevo” Banamex. Desde este momento, la comunicación empresarial rompería la hegemonía de los medios y la publicidad en un nuevo concepto de comunicación global.

Todo el Banco deberá transmitir confianza, credibilidad, cercanía, atención al público, transparencia, claridad, servicio. Con ese discurrir me di cuenta de que estaba definiendo los atributos de la imagen del futuro Banco. ¡Ya lo tenía!, y no había más que tirar del hilo. Si quería proyectar una imagen nueva y despertar confianza mediante valores intangibles, era necesario establecer una guía directriz global. Y empecé a trazar esquemas, diagramas y modelos. Así diseñé el sistema de comunicaciones del Banco, toda la metodología necesaria incluyendo la creación del “Modelo de la Imagen”, para lo cual tomé el principio de la teoría de modelos (que deviene de la filosofía del “como si”, de Hans Vaihinger), según la cual un modelo es una preimagen de una realidad futura, y podemos ensayar con el modelo como si éste fuera la realidad.

Había aprendido en Niza que en todo proyecto de comunicación debes preguntarte, primero, quién es tu destinatario. Escuchar, conocer al receptor y entender sus códigos y sus motivaciones. Fundamental. En la medida que los productos financieros deberían elaborarse en función de las necesidades y posibilidades de cada público, de ahí me surgió la idea de levantar un “Mapa de públicos”, que era un paso mucho más allá de la segmentación mercadológica del target. Necesitaba tener todos los públicos del Banco a la vista, internos y externos, y anotar las correspondencias entre tipo de público y motivaciones. Ese ovillo tenía mucho hilo del que tirar, y esa experiencia con el Banco era la confirmación de muchas de aquellas ideas que había estado absorbiendo en Niza, y que había madurado y desarrollado. Todo ello marcaba, sin ninguna duda, el camino de la aplicación de la teoría a la práctica de las empresas. Con ese nuevo enfoque global, integrador de acciones y comunicaciones, desarrollé el “Plan Estratégico Global”, una herramienta que así nacía en el mundo de la gestión corporativa.

En 1974 se inauguró el “nuevo” Banamex. El Plan Integral de Comunicación dio sus frutos. Fue una operación sorprendente, espectacular. Incorporamos una serie de ideas, recursos, técnicas y medios insólitos que causaron gran impacto y que sería demasiado largo detallar aquí. Desde el punto de vista profesional, fue la ocasión de crear un conjunto de métodos, como el “mapa de marcas” para el diseño de la identidad gráfica, o la “constelación de atributos” y sus métricas, o la “comunicación por objetivos” y las “fichas acción por acción”, que junto con los antes citados “mapa de públicos”, “modelo de la imagen”, “Plan Estratégico Global” y otros, constituyeron la memoria de trabajo del proyecto Banamex. Métodos que siguen siendo utilizados en la actualidad por los profesionales de la comunicación, los estrategas y en la formación de directivos.

En 1977 publiqué: La imagen de empresa. Métodos de comunicación integral (Ibérico-Europea de Ediciones, Madrid). Por primera vez, explicaba en ese libro cómo “integrar las comunicaciones”, y cómo esa es la vía indispensable para “construir imagen y prestigio”. Con ese libro di a conocer mi metodología, que era en realidad un tratado de Comunicología, y sus aplicaciones en el caso de Banamex, junto con otros ejemplos de mi modelo de trabajo en varias empresas.

A propósito de este libro, el amigo y decano de los periodistas de la comunicación, Alberto Borrini, publicó en Argentina un artículo donde señalaba que “quince años después, el concepto de comunicación integrada era retomado por Don Schultz, de la North Western University de Illinois, en su libro Integrate Marketing Communications (1992)”. La diferencia entre ambas visiones integradoras está en que mientras Don Schultz se limitaba a un departamento, Costa abarcaba la totalidad de la organización.



La semilla del DirCom


El enfoque de mi trabajo en el cambio trascendente del Banco mexicano fue, como se ha visto, global e integrador. En esos dos conceptos latía ya el germen de lo que sería la filosofía y la figura del DirCom. Un estratega global, con visión holística y de largo plazo. Formado para liderar la integración de todos los recursos de la organización en una acción común.

A partir de estos principios, el DirCom vendría a cubrir un espacio concreto en las organizaciones; velar por su imagen pública; recuperar la unidad esencial de la empresa que las doctrinas del productivismo capitalista habían fracturado, fragmentado, dividido. Todo eso no era evidente todavía. Pero llegaría indefectiblemente paso a paso y se afirmaría a través de mi trayectoria en el mundo de la consultoría. En 1975 había fundado mi empresa, la primera consultora en Imagen y Comunicación: el Centro de Investigación y Aplicaciones de la Comunicación CIAC, que sería modelo en su género.

En 1979, decidí crear mi revista destinada a divulgar lo que significa la comunicación para las organizaciones (a menudo me preguntaban si vendíamos telefonía, pues existía un desconocimiento total) y era preciso no sólo explicar qué es la comunicación, sino también apoyarlo científicamente y, sobre todo, demostrar su utilidad de manera convincente. La revista se denominaba Documentos de Comunicación del CIAC; ese nombre quería sugerir un modo confidencial y exclusivo de compartir nuestros conocimientos y nuestros trabajos. La revista era trimestral y se enviaba a los presidentes y directores generales de las mil primeras empresas de España.

En ella publiqué artículos de las principales figuras de la época con quienes tuve buena relación, desde Marshall McLuhan a Umberto Eco, Abraham Moles, Gillo Dorfles, Roland Posner, Katsuhiro Yamaguchi, Edgar Morin, Vilém Flusser y François Richaudeau hasta Alain Maurech-Siman. La revista incluía asimismo escritos de mis colaboradores y míos, y también noticias de nuestros clientes, nuevos contratos y los trabajos realizados por el CIAC para grandes empresas. Esta actividad editorial continuada contribuyó decisivamente a valorizar nuestro trabajo, difundir los trabajos en cualquier rama de la comunicación y, sobre todo, a posicionar la consultora como pionera en su especialidad.

El mismo año 1979, aparece en Francia el concepto de cultura de empresa, que era un paso más en la práctica de la comunicación interna que yo aplicaba. El nuevo concepto era obra de mi amigo, ingeniero en organización, Vincent Dégot, consultor en París de grandes empresas multinacionales. Con él desarrollamos en España el conjunto cultura de empresa/comunicación organizacional/sistema de información interna. Tres facetas articuladas en un todo operativo, que se ha impuesto como método en toda gestión del cambio.

Al margen de mi trabajo como consultor, desde 1977 vengo publicando un libro prácticamente al año. Actividad que comparto con la enseñanza universitaria, que había iniciado ya antes en la Universidad Autónoma de Barcelona y ampliado con el tiempo a diversas instituciones de varios países.

Fueron muchas y diversas las actividades que, desde entonces, desarrollé, y de las cuales anoto algunas de las más significativas.

Invitado a formar parte de The Standing Conference on Organizational Symbolism and Corporate Culture SCOS, de Suecia, en 1985, presenté el informe Toward a Signaletic Symbology of Identity Corporate Communication.

El Centro de Enseñanza a Distancia CEAC, con sede central en Barcelona y con convenios universitarios con la mayor parte de los países de Hispanoamérica, me confía en 1987 la creación de un curso de diseño gráfico. El proyecto que presenté era muy completo y avanzado; el contenido era exhaustivamente descrito y, además de las materias incluidas añadí una propuesta con los nombres de los profesores más indicados para impartirlas.
El proyecto del Curso a distancia no solo fue aprobado con todos los parabienes sino que CEAC quiso publicar los contenidos del mismo para ser comercializados como libros, antes incluso de que existiera el Curso que les dio origen. Ese proyecto editorial se llamaría Enciclopedia del Diseño y fue la primera del mundo en su género (y hoy, todavía la única). La idea de la Enciclopedia tuvo un acento especial pensando en su distribución en los países de habla hispana, que era mi vocación; difusión que aseguró el propio Centro CEAC a través de su red de universidades de América Latina.

La Enciclopedia quiso ser embajadora del Diseño europeo, una “escuela” que, a diferencia de la norteamericana y la japonesa, no existía como tal. El Diseño europeo era diverso y muy plural; no se caracteriza por unos rasgos identitarios comunes sino por su variedad de conceptos y estilos. Desde la tipografía germánica y helvética, el manifesto italiano, el cartelismo cultural de la Europa del Este, el diseño editorial británico, el diseño industrial escandinavo y el italiano, o el cartelismo publicitario francés y español, Europa es un mosaico de culturas gráficas. Y esa sería la característica diferencial de la Enciclopedia, que presentaba así un mundo desconocido. En este sentido, esa fue mi modesta contribución al proyecto común europeo de la época. La Enciclopledia culminó en 1992 con un conjunto de 11 volúmenes, que cubrían las disciplinas de la imagen (fotografía, ilustración, infografía), el diseño gráfico, tipográfico, editorial, señalético, corporativo, informacional, fotográfico y fotografismo e industrial.

En el mismo año 1987, en que se inicia la Enciclopedia del Diseño y se cumple una década de la publicación de mi libro precursor del DirCom, un grupo de amigos profesionales y colegas en la formación superior fundamos en Barcelona el Instituto de Comunicación Integral ICOMI, que fue el embrión de la formación académica del futuro DirCom, que sería oficialmente formalizada siete años después.

Invitado al Colloque Recherches sur le Design Incitations, implications, interactions”, por la Université de Technologie de Compiègne, París, en 1990, presenté una propuesta de trabajo transdisciplinar que reunía a conceptistas, diseñadores industriales, ergónomos, sociólogos y diseñadores gráficos, titulada L’objet et la communication sur l’objet. El propósito era acabar con la división y la incoherencia existente heredada de la fragmentación del trabajo, entre el diseño de producción industrial y el diseño de comunicación gráfica, cuyo ejemplo más flagrante en aquella época eran los manuales de instrucciones de uso. Mi reto era: “o trabajan ustedes juntos o diseñan objetos que no necesiten manuales de instrucciones”. Como se ve, la integración sigue siendo una de mis luchas, ahora en la sociedad global.

En 1994 se inicia la impartición universitaria de la maestría en Dirección de Comunicación en las Facultades de Comunicación españolas, después de que España y otros países del continente, habían elaborado una propuesta de un Máster Europeo en Dirección de Comunicación. Las universidades Autónoma de Barcelona y Complutense de Madrid fueron las pioneras, y ambas me ofrecieron hacerme cargo de la materia que entonces estaba menos clara: “La filosofía y el perfil del DirCom, sus responsabilidades y su posición en el organigrama”. Con el Máster de la Complutense colaboré durante los primeros años; con el de la Autónoma sigo hasta la actualidad en sus formatos presencial y online. A primeros de 1998 publico mi Manifiesto por el Diseño del siglo XXI en el nº 4 de la revista mexicana DX. La revista se agotó a los pocos días y fue necesaria una reimpresión rápida para satisfacer la demanda. El éxito sorprendió al mismo editor por tratarse de un caso infrecuente en revistas de diseño.

Dos años después, en marzo de 2000, presenté el Manifiesto en la “Cátedra Joan Costa” de la Universidad Iberoamericana Golfo Centro, México, en mi Seminario sobre Comunicación Visual. El Manifiesto fue publicado asimismo en la revista semestral de dicha Universidad: Magistralis, nº 19, julio-diciembre 2000, págs. 111-123.

En España presenté el Manifiesto en forma de una conferencia el 5 de abril en las “Jornadas de Diseño Gráfico Motiva 2001”, Escuela de Arte de Oviedo.

Como es evidente, aunque poco conocido, mi Manifiesto por el Diseño del siglo XXI de 1998, aventaja en un año al célebre First Things First Manifesto 2000, que fue publicado en el AIGA Journal of Graphic Design, vol. 17, nº 2, 1999.



El DirCom en el contexto reputacional

Decía el filósofo y hombre de estado inglés, Francis Bacon (1561-1626), que “conocer verdaderamente es conocer las causas”. En la génesis de los conceptos actuales vinculados a la gestión de intangibles, como la reputación (Fombrun, 1996), subyacen los a priori (en todo lo nuevo siempre hay un a priori), que fueron los factores causales de la identidad y de la imagen (Costa, 1977), acompañados de su idea-fuerza: “integrar las comunicaciones”, con sus métodos y sus métricas, entre ellos: la “modelización de la imagen”, la “visualización y medición de sus atributos” y el “mapa de públicos”. De este mapa tipológico jerarquizado, Freeman aisló y desarrolló, siete años después, el concepto de “grupos de interés” o stakeholders, que es una categorización ampliamente utilizada en los planes de comunicación. Pero, tal como se ha dicho más arriba, había surgido antes otro valor intangible crucial: la cultura de empresa (Dégot, 1979), que dio lugar a la práctica, más desarrolada, de la comunicación interna u organziacional.

Entre estas dos décadas que balizan la aparición y el desarrollo de los intangibles como valores estratégicos (1977-1996), tomaba forma en Europa la nueva filosofía y la figura del DirCom, estratega corporativo y gestor de intangibles, que incorporaría a su cuadro de mando la gestión estratégica de la reputación.



El universo DirCom

En 2004, diseño mi visión personal del DirCom, diferente en muchos aspectos del modelo curricular que se impartía en España, y también distinto de las corrientes que prevalecían en Europa, todavía marcadas por las técnicas especializadas. Me baso para mi Máster en las experiencias de más de un trienio como consultor corporativo y en los diez años como profesor universitario.
El resultado es el Máster Internacional DirCom en Dirección de Comunicación Empresarial, el primer curso universitario con firma de autor. Pensado sobre todo para los países americanos de habla hispana, donde el concepto y la figura del DirCom eran entonces completamente desconocidos. La primera edición de mi Máster tuvo lugar en España, y cuatro años después pasaría a América Latina.

El mismo año 2004 inicio la literatura específica sobre el DirCom con la obra DirCom online. El Máster a distancia en Dirección de Comunicación, y el libro colectivo Master DirCom. Los profesores tienen la palabra. A ambos les seguirían el libro colectivo:DirCom, estratega de la complejidad (2009), y dos nuevos libros personales: El DirCom hoy. Dirección y Gestión de la Comunicación en la nueva economía (2009) y El ADN del DirCom. Origen, necesidad, expansión y futuro de la Dirección de Comunicación (2011).

En 2005, anticipándonos a la llegada del Máster Internacional DirCom, habíamos fundado con unos amigos y colegas la Red DirCom Iberoamericana, la primera red transcontinental de Directores de Comunicación, que reúne a profesionales, investigadores, científicos, autores, divulgadores, profesores y estudiantes de Comunicación de quince países hispano y lusohablantes. La Red cuenta con alianzas en diferentes instituciones de Europa y América donde el DirCom posee un posicionamiento profesional y social consolidado y en pleno desarrollo como estratega corporativo global.

En 2014, mi Máster Internacional DirCom, impartido en diferentes países de Europa y América Latina, entra en su 29ª edición. Y este mismo año, la Red DirCom Iberoamericana se supera y se integra a Joan Costa Institute, donde participa de todas sus actividades y realizaciones europeas e internacionales.

A raíz del éxito del Máster Internacional DirCom, crece la demanda de nuestros Cursos. Actualmente, Joan Costa Institute presenta un programa formativo avanzado y sustancial.



Miscelánea

Costa ha sido galardonado por el Art Directors Club de New York (1987). Premio de la revista Control y Premio Liderman de Relaciones Públicas, España, 1988. Premio Liderman Internacional de Comunicación. Premio de la Generalitat de Catalunya (1989) premio Fundesco de Ensayo, Madrid, 1994, entre otros.

1989, la obra Expressivitat de la imatge fotogràfica, recibe el Premio a la Investigación sobre Comunicación de masas del Centre d’Investigació de la Comunicació. Generalitat de Catalunya.

En 1994, el libro Diseño, Comunicación y Cultura es ganador del Premio Fundesco de Ensayo.

En 2001, Costa funda con el tipógrafo y diseñador Fernando Navia, la publicación .doc, la primera Revista Iberoamericana para la Innovación de las Comunicaciones (La Paz, Bolivia).

Premio de Honor de la revista Control (Madrid, 2002), por el libro La imagen de empresa. Métodos de comunicación integral, con motivo del 25 aniversario de su publicación.

Joan Costa es miembro fundador de la Association Internationale de Micropsychologie Sociale des Communications (Estrasburgo). Colaborador de la Associaçâo Brasileira de Semiótica (Sâo Paulo). Director de la Biblioteca de la Comunicación de Ibérico-Europea de Ediciones (Madrid). Director de la colección Paidós Diseño (Barcelona); de la colección LCRJ Diseño, de Ediciones La Crujía (Buenos Aires), y miembro del Consejo editor de Editorial Trillas (México). Codirector con Daniel Raposo de la colección Dinalivro (Lisboa-Brasil).

Costa es Doctor honoris causa por la Universidad Jaume I (España); la Universidad Empresa Siglo XXI (Argentina), y la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.